viernes, 13 de marzo de 2015

EL SEDIENTO:



Un hombre sediento llegó junto a un arroyo.

No alcanzaba el agua, pues había un muro que él no podía salvar.

Tomo un ladrillo del muro y lo arrojo al agua, produciendo un ruido delicioso para sus oídos.

Siguió haciendo lo mismo, ladrillo tras ladrillo, hasta que la gente le preguntó por qué hacia aquello.

- Tengo dos motivos – dijo – El primero es que me gusta el sonido del chapoteo del agua, que es música para los oídos del sediento. El segundo es que con cada ladrillo que arranco del muro me acerco más al nivel del agua.

Cuanta mas sed tiene el hombre, mas anhela le sonido mismo del agua, y con mas prisa arranca los ladrillos del muro.


No hay comentarios:

Publicar un comentario