miércoles, 25 de septiembre de 2013

Optimismo y acción

No te quedes en el optimismo de "frase hecha", elige tu acción del día y no se lo dejes al azar.
 
 

lunes, 23 de septiembre de 2013

¿Cómo puede un pensamiento pequeño ser obstáculo para uno grande?

Alguien preguntó:

- ¿Cómo puede un pensamiento pequeño ser obstáculo para uno grande? Si una persona ha adquirido capacidades que le permiten comprender cosas importantes, ¿acaso no le capacitará esto plenamente para superar la influencia distorsionante de los pensamientos pequeños?

Sayed Nimr dijo:

-Recoged piedras, todos vosotros, piedras pequeñas. Estas piedras no bloquean la visión cuando están a cierta distancia: son demasiado pequeñas. Pero si mantenéis incluso la mas pequeña de las piedras delante de vuestro ojo, aparecerá como grande, porque será un obstáculo para la visión, bloqueará la vista.



Cuando un hombre viene a verte

Bahaudin Naqshband dijo:

Cuando un hombre viene a verte, recuerda que su comportamiento y sus palabras son una mezcla. El no ha venido a comprar, a vender, a convencerte, a dar u obtener un consuelo, a comprender o a hacerte comprender. Casi invariablemente ha venido a hacer todas estas cosas y muchas más.
Como las pieles de una cebolla, revelara una profundidad tras otra. Finalmente encontraras, por lo que dice, qué es lo que internamente está percibiendo en ti.
Cuando llegue este momento, ignorarás completamente la aparente substancia y significado de sus palabras o acciones, porque estarás percibiendo la realidad mas allá.
Ten presente que el otro individuo, mientras hace esto, es casi siempre totalmente inconsciente de que está hablando el lenguaje “del corazón” (comunicación directa).
Puede imaginar que hay una razón erudita, cultural o de otro tipo para su comportamiento.
De este modo en el cual el Sufi lee mente que no se pueden leer a si mismas. Además, el Sufi sabe cuan competente para la comprensión real es la otra persona, cual es la extensión real de su conocimiento – dejando anulado lo que la otra persona piensa que conoce – y cuanto puede progresar realmente.
Este es el propósito de sohbat (compañía humana)

¿Cuántos modos hay de comportarse hacia los visitantes?

Se le pregunto a Arif de Damasco:

- ¿Cuántos modos hay de comportarse hacia los visitantes?

El dijo:

- Dos. El primero es el comportamiento que hace que las personas quieran estar contigo. El segundo es el comportamiento que hace que quieran alejarse. No hay comportamiento conocido por la gente que transmita más que esto, amistad u hostilidad, aparte de la forma de comportamiento conocida por aquellos que ya no la necesitan.


Razones para ejercitar la sinceridad


 
 
El hombre posee una profunda capacidad para reconocer la verdad, incluso en los materiales escritos. Pero la codicia y cierta pereza (que lo hace mucho más superficial e inmaduro de lo que él piensa) le ciegan a la hora de saber lo que debería hacer una vez que la ha percibido.
Esta es una importante razón por la cual se tiene que cultivar la sinceridad.

"La sinceridad es el verdadero interés propio; comparado con ella, todo lo demás es espurio."
IDRIES SHAH
 
 

jueves, 19 de septiembre de 2013

Poesía Mística Sufi

Una gota que caía de una nube tormentosa
se sintió turbada por la extensión del mar:
“¿Quién soy yo ante la vastedad del océano?
¡Si así es El, yo no soy nada!
Mientras se veía a sí misma con el ojo del desencanto
una concha la cobijó en su seno.
Tanto nutren los cielos las cosas
que la gota se trasformó en una célebre perla real:
nacida de lo alto para caer en lo bajo
golpeó la puerta de la nada:...
hasta que el ser advino.

SAADI

El despertar de la Esencia

Estamos chocando unos con otros como barcos:
nuestros ojos estan a oscuras,
aunque el agua este clara.

Dormidos en el bote del cuerpo,
flotamos ajenos al Agua del agua.

Un cuento sufí del siglo XIII

"En una ocasión, un sabio manifestó que "la música es el chirrido de las Puertas del Paraíso". Una persona cerrada de mente contestó: "No me gustan los chirridos de las puertas", a lo que el sabio respondió. "Oigo las puertas cuando se abren, pero tú las oyes cuando se cierran".

martes, 17 de septiembre de 2013

A Ti Que Estás Confundido. SUPERACIÓN PERSONAL.

 

por Anónimo
 
A tí que estás confundido me dirijo.

Si estás frustrado, si estás preocupado, si crees que te hace falta algo para ser feliz, si crees que tu vida no es como quisieras que sea, entonces a ti te estoy hablando.

Ha llegado la hora que abandones tu confusión y comprendas: tu valor no radica en tus logros, ni tus logros son una medida de tu valor.

Deja de responsabilizar a las circunstancias de tu vida por tu grado de plenitud.

Ser pleno es tu estado natural, es tu confusión la que te impide darte cuenta lo feliz que ya eres.
Eres un humano divino creando la magia de ser tú, sólo por ese hecho eres una sagrada obra de arte, digna de ser admirada.

Comienza a admirar la obra que eres, en ello radica tu grandeza. Eres la escultura y el escultor, el cincel es tu intención y la roca la existencia.

Deja de quejarte por la existencia y comienza a explorarla y bendecirla, pues ella te permite manifestar tu magnificencia. Sólo del reconocimiento y aceptación de las circunstancias de tu vida, podrás descubrir la gloriosa escultura que permanece dormida en tu interior, esperando ser revelada por la habilidad de quien la esculpe.

Ese escultor eres tú, amado humano confundido, que olvidas tu divinidad y te distraes creyendo que un trabajo, una cuenta corriente, una pareja, un automóvil, un cuerpo sano o experiencias místicas te darán lo que posees por derecho propio: tu valor.

Quizás a los ojos del mundo, existan personas más exitosas, más valiosas, merecedoras de mayor admiración que otros. Quizás a los ojos del mundo, existan vidas más importantes o atractivas, si quieres seguir viviendo anestesiado por la voz de la masa, sigue pensando que tu vida no es lo que debería ser o que carece de brillo.

Pero si tu intención es despertar de la hipnosis colectiva, entonces mira a tu alrededor y descubre la perfección de la creación, descubre que el universo funciona en base a equilibrios y que la naturaleza nos regala infinidad de manifestaciones.

Comienza a apreciar lo hermoso que es ser tú, lo extraordinaria que es tu vida y lo valiente que eres si te atreves a encontrar el verdadero valor del Ser, valor tan distorsionado en el mundo actual por el valor del tener y hacer.

Cada ser humano es extraordinario, cada vida es un Universo, cada historia personal una aventura.
Sé que te confundes, pues yo misma lo hago frecuentemente, por eso me atrevo a cruzar el espacio y el tiempo, me acerco a tu lado, tomo tu mano y mirándote con admiración y amor te digo al oído:

¡Despierta!

Para sentirte pleno sólo necesitas prestar un poco más de atención a las bendiciones que te rodean y que en ocasiones tanto desprecias fijando tu atención sólo en aquello que supuestamente te hace falta para ser feliz.

Fama y altruismo

Se da mucha importancia a los efectos buenos y malos - reales o imaginarios- de la fama sobre los individuos que se convierten en famosos.
Además, hay peligros que amenazan a aquellos que apoyan a los famosos y a aquellos que se oponen a ellos.
Por cada persona corrompida por su propia reputación, miles son dañadas por tomar partido en pro o en contra de tal individuo. La gente que corteja la fama, y aquellos que no intentan evitarla, pueden ser accesorios en este proceso.
El trabajo anonimo de los grandes hombres de nuestra tradición lo genera el conocimiento de estos hechos.
El verdadero amor, el verdadero conocimiento, la verdadera acción, depende de una base real. La fama humana socava fácilmente este base.
Cuanto más prominente se vuelve el hombre real, mayor es su contribución encubierta al bienestar del hombre.
Lo mismo es cierto en cuanto a la fama de una doctrina, dogma o institución.
Recuerda: "No el hombre ni los medios, sino el trabajo".
Otros tipos de pensamiento funcionan asimismo, pero en un nivel inferior.
El trabajo sólo puede practicarse en una verdadera situación de trabajo. esto se da tan sólo en escuelas genuinas. Imaginarse que uno está "trabajando" o que se está "preparando para trabajar" es un autoengaño.


Idries Shah

Sabias reflexiones para meditar.

Puntos de vista

Saadi de Shiraz, en su Bostan, afirmó una importante verdad cuando contó una diminuta historia:
Un hombre se encontró con otro, que era apuesto, inteligente y elegante.
Le pregunto quien era. El otro respondió: “ Soy el Diablo”.
“Pero no puedes serlo”, dijo el primer hombre, “ya que el diablo es malvado y feo”.
“Mi amigo”, dijo Satanás, “has estado escuchando a mis difamadores”.

Presencia y Ausencia

Cierta persona puede tener, como usted dice, una maravillosa presencia; no lo se. Lo que sí sé es que tiene una ausencia perfectamente encantadora.

Mejoramiento

Si quieres hacer feliz a un hombre común, o hacerle creer que es feliz, dale dinero, poder, halagos, regalos, honores.
Si quieres hacer feliz a un hombre sabio… ¡mejórate!

Creer que uno sabe

La gente que cree que lo sabe todo es a menudo tan insufrible, como aquellos que imaginan que no saben nada.

Generosidad y sabiduría

¿Cómo están relacionadas la generosidad y la sabiduría?
He aquí una forma:
Una persona generosa puede no ser sabia: pero, a diferencia de otros, tiene los medios para lograrlo.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

"Convierte cualquier sufrimiento que surja, en el camino del placer puro."


ENSEÑANZAS de PADMASAMBHAVA

"Es superficial dar consejos que uno no sigue."

"Convierte cualquier sufrimiento que surja, en el camino del placer puro."
"El cuerpo es transitorio; es como el borde de un precipicio. El aliento es transitorio; es como la nube. La mente es transitoria; es como el relámpago. La vida es transitoria; es como el rocío sobre la hierba."

"Si careces de la visión o de la conducta, equivocarás el camino. Por eso, desciende con la visión y asciende con la conducta. La práctica de las dos como una unidad es lo más esencial."

"En cuanto al consejo básico: no importa cuál sea la emoción conflictiva que experimentes, contémplala directamente y se liberará por si misma desapareciendo sin dejar rastro."

"Si estás libre de turbación y no tienes punto de referencia alguno, es signo de que tu percepción ilusoria se ha derrumbado."

"Libre del pensamiento, sin formar conceptos, no afirmes ni niegues, sino permanece relajado en ti mismo. En ese estado, el flujo del pensamiento se corta."

"No examines las limitaciones de otros. Examina, sin embargo, cómo transformar las tuyas. No examines los defectos de los demás, sino los propios. El mayor de todos los males es criticar a otras personas sin conocer su mente. Abandona por tanto todo prejuicio como si fuera veneno."

"Todas las apariencias son nuestros propios conceptos, creados en la mente, como reflejos que se ven en un espejo. Para saber si esto es o no es así, mirad en vuestra propia mente."

"Debes encontrar la certeza por medio de la conducta, sin intimidarte por nada, como un elefante entrando en el agua."


"Es exageración si declaras haber encontrado un maestro sin servirle."

ESENCIA Y PERSONALIDAD. Texto cuarto camino.



            La esencia es la cosa con la cual se nació: la personalidad es lo que se adquiere. Y asimismo aquello con lo cual se nació es cambiado por todas las cosas que se adquieren, se aceptan, se consienten y se cree en ellas y se identifica con ellas. Por lo tanto una nueva persona crece en torno de la esencia original. Esta es la personalidad. Y todo ello debe tener lugar porque la esencia por sí misma no puede crecer más allá de cierto límite. Un hombre no puede crecer directamente desde la esencia. Esta es una de las cosas extrañas que enseña el Trabajo.

 

            Ahora bien, a consecuencia de la formación de la personalidad el centro de gravedad de la conciencia se traslada desde la esencia (en la infancia) a la personalidad adquirida debido a las circunstancias peculiares en que se es educado y a las cosas particulares que lo han interesado por una parte, o han atraído su vanidad por la otra. De este modo, por así decirlo, se pierde la base original y se llega a ser algo adquirido, algo inventado. El sentimiento del "Yo" pasa exteriormente a toda clase de sentimientos que derivan de la vida. Un hombre ya no conserva una verdadera estabilidad interior cuando su sentimiento de sí deriva de la vida. Es decir, siempre teme que algo pueda sucederle, o a su fortuna, o a su posición, o a su reputación. Ello se debe a que se identifica con todo lo que la vida ha formado en él y significa que sólo se siente a sí mismo a través de la personalidad. Pero cabe la posibilidad de otros sentimientos de sí que no deriven de la vida y la personalidad, y esos sentimientos procuran a un hombre un sentido de estabilidad que nada que le sea exterior puede quitarle. Y es desde esos sentimientos como un hombre empieza a sentirse libre, porque no depende de nada que esté fuera de él, y por eso nada puede serle arrebatado. Tal hombre deja de ser un esclavo de las cosas exteriores.

 

            Hablamos ahora de su niñez, cuando ingresó en el primer equipo de su escuela. Empezó entonces a sentirse a sí mismo exteriormente debido a este hecho y a llevar la gorra que le procuraba este sentimiento. Llegó a ser un hombre en el primer equipo y éste era su mayor sentimiento de "Yo". Luego lo expulsan del equipo. ¡Qué tragedia! Todo ello es necesario en relación con la primera educación. De este modo llega a ser esto o aquello, en la vida, tal como debe y es preciso que haga. Logra éste o aquel éxito y triunfo y así sucesivamente, y debe hacerlo. Es una especie de adiestramiento. Al comienzo es muy necesario. Todo ello forma sentimientos de sí en la personalidad, que, en resumidas cuentas, vive mediante la comparación con los otros. Es decir, por ejemplo, siente en sí mismo una pérdida en presencia de una persona que lleva una gorra más distinguida. Lo vuelvo a repetir, todo ello es muy necesario, pero proporciona un centro equivocado de gravedad. Supongamos que llega a ser un gran actor o un gran boxeador. No escuchará de buen grado los elogios que se hacen a otro actor u otro boxeador. ¿Por qué? Porque su sentimiento del "Yo" deriva de la personalidad y siente la pérdida del "Yo", una pérdida del sentimiento mismo de sí, si es aventájala por alguien. Pero todo ello prepara las ilusiones sobre el "Yo". Porque si tiene un vestigio o un verdadero sentimiento del "Yo", esto es imposible. El verdadero "Yo" no existe ni puede existir por medio de la comparación. Lo comprenderá si decimos que la personalidad vive generalmente por comparación, y basta estudiarse o estudiar a los otros a esta luz para ver con qué facilidad cualquier persona se conmueve o sufre, y qué endeble es el sentimiento del "Yo", con el cual la gente trata de seguir viviendo —esto es, el sentimiento del "Yo" que deriva de algún aspecto de la personalidad.

 

            Por el momento mantengámonos en los grandes postulados del Trabajo que conciernen a la personalidad y la esencia. La tercera fuerza o fuerza neutralizante de la vida hace, y debe hacer, que la personalidad sea activa y la esencia pasiva. Así el Trabajo dice que si se pone en contacto con la tercera fuerza del Trabajo, que se opone a la vida, la personalidad debe llegar a ser gradualmente pasiva para permitir que la esencia se desarrolle. Toda evolución individual, todo verdadero desarrollo interior de sí, depende del crecimiento de la esencia. Si una persona está llena de falsos sentimientos de "Yo", de ideas inventadas sobre sí misma, luego no puede haber crecimiento de la esencia. El verdadero cambio interior es un desarrollo de la esencia —es decir, de la parte más real y profunda de sí. Para que ello tenga lugar, la personalidad debe llegar a ser gradualmente pasiva. Este es el verdadero significado de ser pasivo en el Trabajo. Es tornarse pasivo hacia la personalidad en sí mismo. De modo que cuando se dice que en la verdadera consideración externa es preciso ser pasivo, significa que se debe llegar a ser pasivo a las reacciones de la personalidad. Y esto exige el trabajo sobre si más consciente y más reconcentrado. Es decir, requiere un estado consciente interior muy activo. Y no debe suponerse que somos capaces de alcanzar este estado en un momento.

 

            Debido a la formación de la personalidad, todos ustedes tienen maneras características, habituales de reaccionar ante las circunstancias y ante las otras personas. Si no le es posible observar sus reacciones típicas, su manera continua y mecánica de tomar las cosas y la gente, su acostumbrada conducta estereotipada, sus siempre repetidas manifestaciones desagradables, sus enfados y críticas, etc., claro es que ni siquiera sabe que tiene una personalidad adquirida. Se da a sí mismo por supuesto —como una especie de bulto sólido y virtuoso. Pero, aunque nos demos a nosotros mismos por supuestos con tanta facilidad, no somos una y la misma persona en diferentes momentos, tal como suponemos. No somos firmes. Si pudiéramos ver claramente que no somos una y la misma persona firme siempre, no nos daríamos por supuesto tal como lo hacemos. Una parte de nuestra vanidad y engreimiento que mantienen unida la personalidad nos dejarían. Es preciso recordar que la personalidad es múltiple. Está compuesta de muchos "Yoes" diferentes y contradictorios que fueron adquiridos. Y contiene también toda clase de otras cosas sobre las cuales a menudo habla el Trabajo: actitudes negativas, limitaciones, imágenes de sí mismo, asociaciones mecánicas, canciones, discos de gramófono, formas características de imaginación, estados negativos, formas características de mentira y, en suma, todo cuanto el lado práctico de este Trabajo nos enseña a notar y observar en nosotros mismos a lo largo de la vida. Una vez que el Trabajo comienza a actuar genuinamente sobre una persona, todas estas formas de sentimiento de sí, todos esos sentimientos de "Yo" que derivan de la personalidad, empiezan a disolverse. Pero a este respecto la acción del Trabajo es muy gradual, porque el Trabajo actúa sobre la gente con mucha suavidad y sólo en cuanto a lo que cada uno de nosotros puede soportar. Cuando se empieza a ver realmente algo en uno mismo, significa entonces que uno puede soportarlo. Si no se puede ver a ninguno de los "Yoes", significa que aun no se está pronto. Verse a sí mismo tal como se es en realidad, sería intolerable. Por eso la acción del Trabajo es gradual. Quizá se pueda vez algo —algún "Yo"— con el que, digamos, no 'Yo' mejor, se simpatiza, pero no es posible liberarse de él mientras no se vea o conozca y se lo prefiera, o mientras no se pueda libe­rarse de ese "Yo" sin que uno mismo corra peligro. Pero nos referiremos a este tema en la próxima disertación.

 

            Regresemos ahora al significado de ser pasivo. En su sentido más lato significa ser pasivo respecto a la personalidad, y esto, a su vez, significa ser pasivo hacia sí mismo. ¿Es posible ser pasivo ante las objeciones que surgen mecánicamente durante cinco minutos? Pues bien, les aconsejo que observen cómo la personalidad reacciona a todos y a todo en cada instante. Es preciso trabajar sobre esta constante reacción mecánica con el fin de ser pasivo hacia sí mismo. Y esto exige un constante estado consciente de observación de sí. Nadie puede hacerlo por mucho tiempo. Pero se puede practicar el ser pasivo en este sentido por breve tiempo, digamos cinco minutos. Es preciso observar el momento en que se empieza a objetar interiormente —observar qué reacciones surgen en uno mismo— y tratar de ser pasivo hacia ellas, no hacia la gente que es la causa de que hayan surgido. ¿Es claro? Es preciso ser pasivo a las propias reacciones, no a la gente contra quien se reacciona. Para hacerlo es preciso estar despierto interiormente y ser capaz de ver los diferentes "Yoes" en uno y qué quieren decir y cómo desean obrar en ese momento.

 

            Tratemos de aclarar este punto. ¿No comprenden que han adquirido muchas cosas en sí mismos a las que toman como si fueran ustedes? ¿No concuerdan en que debido a la educación, la imitación, el ejemplo, a todo cuanto les fue enseñado, tienen toda clase de ideas, ambiciones, estimaciones, valores, juicios, expectativas, modos de mostrar la antipatía y simpatía, maneras características de hablar y, en suma, muchas reacciones típicas hacia la vida? ¿Y es acaso exagerado decir que todas esas reacciones construidas y adquiridas son por lo general tomadas por ustedes como si fueran ustedes mismos? Las cree necesarias, claro está, o naturales, porque piensa que están en usted. Pero el verdadero usted, o más bien, el verdadero "Yo" en usted, no son todas esas cosas a las que se aterra y a las que toma como usted mismo. Si toma esta sencilla base como punto de partida empezará a comprender lo que significa ser pasivo —es decir, pasivo hacia sí mismo— o más bien, pasivo hacia lo que siempre ha tomado como usted mismo. Para ser pasivo hacia si mismo, es preciso no darse por supuesto a sí mismo. No existe tal "Yo" en uno. Cuando una persona, que está por completo identificada con su personalidad adquirida, dice, por ejemplo, "Yo pienso esto" "Yo pienso aquello", el Trabajo contesta: "¿Qué 'Yo' está hablando?" ¿No ve el poder de esta idea? ¿Y no puede aplicar el poder de esta idea de Trabajo a sí mismo? Por cierto no, si no empieza por dividirse usted mismo en diferentes "Yoes". Si se da a sí mismo por supuesto como algo sólido, no puede producirse en este caso la división de sí mismo y no será posible ningún cambio. La palabra 'Yo' le brotará de la boca a cada instante, pero no se dará cuenta que a cada instante el que habla es un "Yo" diferente. Un "Yo" vocifera, otro "Yo" habla tiernamente, y así sucesivamente. Empero no se da cuenta de que cada "Yo" es totalmente diferente. Es un terrible choque para el auto-engreimiento advertir que no hay tal "Yo". Pero a menos que esto empiece a vislumbrarse, nunca será capaz de ser pasivo hacia sí mismo. No puede empezar a ser pasivo hacia si mismo a no ser que se vea a sí mismo como muchas personas diferentes por medio de la observación interior y sepa distinguir sus diferentes "Yoes" y en especial cuál es el "Yo" al que nunca debe permitir que se haga cargo de sí. La próxima vez hablaremos más extensamente sobre la identificación consigo mismo, y las diferentes formas de practicar la separación interior. Diré aquí que nunca se debe permitir que pierdan su autoridad los "Yoes" que valorizan este Trabajo. Es preciso observar los "Yoes" con los cuales se concuerda. No permitir en uno la compañía de gente inoportuna. Recordar que se es una ciudad, con barrios bajos y calles peligrosas, y también hermosas calles y buenos ciudadanos. Recordar que se es una casa llena de sirvientes a quienes nadie controla. ¿Acaso nuestra primera educación no nos enseñó a no salir con gente inconveniente fuera de nosotros? Nuestra segunda educación nos enseña a no estar acompañados por "Yoes" equivocados dentro de nosotros. Nuestra primera educación es externa: nuestra segunda educación es interna. La vida no nos da la segunda educación. Sólo la enseñanza esotérica nos imparte la segunda educación —es decir, para quienes están buscando algo que difiera de la vida.

 

M. Nicoll

Hay dos opciones.


ÉRIC-EMMANUEL SCHMITT,


DRAMATURGO, ESCRITOR, GUIONISTA Y DIRECTOR DE CINE


 

Hay dos opciones, o habitas el misterio con miedo y angustia o lo haces con fe, es decir, confianza.

De eso hablan todos mis libros y películas, de personajes que confían en lo desconocido, que viven con los brazos abiertos y que luchan contra las fuerzas negativas, la angustia y el miedo.

¿Y usted vive como sus personajes?

Sí, siempre estoy de buen humor, lo que sorprende a la gente, y soy infinitamente curioso. Una cosa que me ayuda a disfrutar de la vida es la imaginación, que me permite explorar todas las puertas del presente.

¿Cómo aplica la imaginación a la realidad?

La imaginación es dejarse invadir por el mundo y por la gente. Cuando estoy frente a alguien, me dejo penetrar por todas las sensaciones y las imágenes que emanan de ese individuo; es un conocimiento empático.

¿Y desde cuándo?

Tenía 29 años, me apunte a un viaje de aventura: diez días caminando por el desierto del Sáhara y me perdí.

¿Sin agua y sin comida?

Sí. Llegó la noche y pensé que iba a morir de miedo, pero ocurrió todo lo contrario. Me invadió la confianza, pasé una noche mística. Entré en ese desierto ateo y salí creyente. Me costó años poder hablar de ello, pero terminé confesando porque siempre me preguntan de dónde viene el optimismo de mis obras, y la fuente viene del desierto. Habito la vida con confianza.

¿No era así de niño?

Era alegre, pero extremadamente angustiado, tenía miedo a la nada y la idea de que la vida era inútil, un puro fenómeno material; hoy creo que es algo más que una agitación de moléculas y que todo está justificado.

Pues me ha partido el corazón.

El tema que trato en Cartas a Dios es duro, pero es una película optimista; un himno a la vida aunque la vida sea breve y frágil. Creo que hay que amar la vida como es, sin ilusiones, sabiendo que es corta, vulnerable y llena de dolor.

¿Cuándo fue la primera vez que se acercó a niños terminales?

Mi padre era fisioterapeuta y trabajaba con ellos. Desde que cumplí los ocho años, todos los jueves y los sábados, me llevaba con él al hospital; así que crecí pensando que lo normal era estar enfermo y lo excepcional tener salud.

¿Aprendió algo?

Al principio tuve miedo; luego aprendí que no tenía que permitir que la enfermedad construyera un muro entre ellos y yo. Y hablo de ello en la película: los padres de Oscar ven la enfermedad de su hijo en lugar de a su hijo, y el niño no lo entiende; cree que no le quieren. No hay que dejar que las situaciones se interpongan entre las personas.

Qué difícil es eso.

Ya adulto acompañaba a una amiga que iba a los hospitales de voluntaria. Jugando con los niños descubrí que son mucho más francos y directos. Cuando están en situaciones frágiles, quieren hablar de la enfermedad, de la muerte, de todo lo que les ocurre. Son los adultos los que están asustados, y crean angustia con su silencio e hipocresía.

Su película tiene algo muy profundo.

Un amor visceral por la vida tal y como es; no tal y como quisiéramos que fuera. Para mí, ser feliz no es tener una vida distinta a la que tengo, es entrar completamente en la que tengo; no es protegerse del dolor o la desgracia, es integrarlos en las tramas de la existencia. Con la misma vida puedes ser feliz o desgraciado; es una actitud mental.

¿Una actitud que usted ha aprendido?

Sí, puedes luchar contra tu negatividad y pesimismo. Eso quiere decir que la inteligencia y la experiencia pueden servir para algo.

Se adivina que ha vivido la muerte.

Sí, he acompañado a personas cercanas, a veces en largas agonías, y me ha hecho entender que era urgente amar y decir que amas; no hay tiempo que perder.

Sus mujeres son fuertes y tiernas.

Para mi el hombre es simplicidad y la mujer complejidad. Cuando una mujer dice no, nunca quiere decir no, ni cuando dice sí. La mujer es paradójica, es fuerza y herida. Si no veo su herida, no puedo entenderla.

¿Cómo es su madre?

Una fuerza sin ambigüedad ni ambivalencia. Creo que mi madre es un hombre.

¿Qué quiere contar?

Tengo una obsesión: mostrar que cada uno de nosotros podría haber sido el otro. Incluso escribí un libro sobre Hitler para demostrar que convertirse en un bárbaro está al alcance de cualquiera. Hay una búsqueda ética: cultivar lo mejor en lugar de cultivar lo peor, y por tanto una dimensión moral.

Cuesta trabajo ser bueno.

Sí, el mal se hace rápido y el bien es laborioso. En un segundo lo puedes destruir todo; por ejemplo, con un niño o en el amor con una sola frase.

¿Cómo se aprende la confianza?

Aceptando que no todo es racional, aceptando abrir las puertas de la sensibilidad y la irracionalidad de la vida. Hay que amar la necesidad y todo lo inevitable.

Pensar no es bueno para tener confianza.

Cierto. El pensamiento es el espíritu crítico, pero es necesario pensar hasta que llegas a ese umbral en el que el pensamiento ya no sirve para nada y ahí has de tirarte de cabeza: o al miedo o a la confianza.

“LA SERPIENTE EMPLUMADA”. Misticismo y desarrollo.


….”Tenia yo ya el bastón en mi mano derecha. Lo dejé caer para apoyarme en el respaldar de la banca y con la mano izquierda pude tocar la parte dolorida de mi pierna. Cuando estaba inclinado me di cuenta de lo que acababa de decir, y levanté la cabeza para mirar a este hombre, sintiendo que tenía el rostro encendido de vergüenza. Pero él sonreía inmutable, y con la misma expresión cariñosa y amable, dijo como si fuera la cosa más natural del mundo:

-Amén.

Tan violento fue el choque que esto me produjo, que no pude contener la risa y fue necesario que me tapase la boca con la mano para no provocar un escándalo. Acababa yo de decir una barbaridad ante este hombre que, a todas luces, tomaba muy en serio esta función religiosa.

Sin embargo, no sólo no se había mostrado violento ni molesto, sino que incluso había disipado mi vergüenza y mi culpabilidad de un modo tal que yo había caído en la más franca hilaridad.

Porque así como soy violento, tengo la risa fácil. Lo uno va con lo otro.

Hice un esfuerzo y me repuse hasta donde pude. Tomé el bastón y comencé a salir con mi acostumbrada torpeza. Este hombre ni siquiera hizo un ademán para ayudarme, y por ello me sentí agradecido. Su "amén" ya era una concesión notable a mi debilidad.

Cuando estuvimos afuera, sin embargo, me consideré obligado a darle una explicación, de modo que lo detuve y le dije:

-Señor, le ruego perdonarme. Créame que ha sido una exclamación involuntaria. El dolor fué muy agudo.

-Comprendo,- me dijo él. Esos dolores son verdaderamente agudos. Dadas las circunstancias, su exclamación es natural. No tiene porqué disculparse ante mí.

Confieso que pasó mucho tiempo antes de que entendiese su frase. Aun ahora me parece inexplicable. Pero en ese momento ni pensé en ello ya que estaba preocupado en formular mis disculpas y corresponder con decoro a las deferencias que él había tenido conmigo, de modo que le dije:

-Me doy cuenta de que mi exclamación debe haberle herido en su devoción. Ha sido Ud. demasiado deferente conmigo y no quisiera producirle un desagrado. Al fin y cabo, mi devoción no es igual a la suya; yo no vengo al templo a adorar ni a pedir perdón por mis pecados porque sé que no tienen perdón y que, además, no lo merezco. Vengo a pedir ayuda para menesteres muy poco espirituales. Como podrá Ud. ver, sumo un pecado a otro, y todo por un dolor en la pierna.

Fué en esta oportunidad en que me endilgó su primera paradoja. Hablando muy intencionada y pausadamente, dijo:

-Lo mismo que el bien y la virtud, el pecado y el mal sólo pueden darse en la vigilia. Quien duerme, duerme; para el dormido no hay pecado, como no hay bien ni hay virtud. Hay solamente sueño.

Lo miré expresando cierta sospecha de hallarme frente a un loco, pero su mirada era tan limpia, estaba tan fija en mis ojos, sin por ello ser impertinente, que vacilé antes de completar mi juicio. No dije nada. Él continuó:

-En realidad, nadie peca deliberadamente; nadie puede hacer el mal deliberadamente. En el sueño las cosas son como son y de la única manera en que pueden ser. Cuando se está dormido, no se tiene control ni dominio sobre lo que ocurre en los sueños.

-Confieso que no puedo entenderle,- dije.

-Es solamente natural que así sea. Olvide este incidente que no tiene mayor importancia.

-Pero mucho me temo que le haya herido a Ud. con esa expresión totalmente involuntaria.

-No, no me ha herido Ud. en forma alguna. Se ha herido a sí mismo. La inmensa mayoría de los hombres se hieren a sí mismos en esa forma, justamente porque casi todo cuanto piensan, sienten y hacen es involuntario.

-Me agradaría poder comprenderle. Lo que me dice es muy confuso y lamento que mis preocupaciones no me permitan reflexionar sobre el sentido de sus palabras.

-Aún en el sueño el hombre tiene cierto poder de elección, muy limitado por cierto; pero lo tiene. De todos modos, cuando lo ejercita, este poder aumenta. Si su interés en comprender es sincero y profundo no le será difícil darse cuenta de que el hombre dormido puede elegir entre despertar y seguir durmiendo.

No estaba yo interesado en acertijos de esta especie. Sin embargo, me atrajo la manera de hablar de este hombre. Pero tenía prisa en llegar a mi oficina para ver si se había cumplido o no mi último pronóstico. Además, la crisis general en Europa nos traía a todos muy atareados, de modo que mi ánimo no estaba predispuesto a meditar en las cosas que acababa de oír. Para no pecar de grosero, le dije:

-Seguramente lo que Ud. dice es muy cierto. Al menos, en mi caso así lo es. Me siento aliviado de no haberle ofendido en sus sentimientos religiosos. Trataré de ser más cuidadoso en el futuro. Ahora le ruego me disculpe, pues debo ir a mi trabajo.

Estaba a punto de decirle el acostumbrado "hasta luego", cuando él me interrumpió:

-No tengo rumbo fijo, de modo que si me lo permite le acompañaré.

Yo siempre había evitado la compañía de amigos y conocidos, sabiendo que mi cojera les producía impaciencia en vista de que yo debía poco menos que arrastrar la pierna herida. Y estaba a punto de decirle que no, que tenía mucha prisa, cuando advertí lo incongruente de mi disculpa. No podía, en forma alguna, hablar yo de andar aprisa. No sabiendo que hacer, sólo atiné a decirle:

-Con el mayor gusto.

Pero interiormente hervía de rabia. Este hombre se imponía sobre mi voluntad de una manera tan suave, y a la vez tan resuelta, que no pude ocultar mi irritación y comencé a moverme en silencio. Cada uno de sus gestos fué, sin embargo, considerado. Mientras yo bajaba dificultosamente los escalones del templo hacia la vereda, él me dijo que se adelantaría a comprar cigarrillos.

Cuando nuevamente estuvimos juntos, jugó con el paquete y al llegar a la esquina no tuvo aquel piadoso gesto, que tanto me irritaba en los demás, de ayudarme a cruzar hacia la vereda opuesta. Caminó a mi lado muy naturalmente, como si mi andar fuese el de un hombre normal. No obstante, me parece que él captó mi irritación interior, pues me dijo:

-Los dolores como el que Ud. sufre son lo que Ud. expresó en la iglesia. Y me agradaría que lo arrojase fuera de sí.

Esto únicamente aumentó mi irritación. Estuve a punto de decirle que la compasión me era enfermante y que, de todos modos, a él mal podía en verdad importarle si yo estaba o no sufriendo un dolor. Pero algo me contuvo, y guardé silencio. Caminábamos a mi paso, muy lentamente.

Durante un trecho ambos guardamos silencio. Comencé a recordar que a mi vez, en más de una oportunidad, yo también había deseado vivamente la desaparición de los dolores que sufrían otros heridos más graves, especialmente en los hospitales de sangre. De modo que pensé que quizás este hombre no era un hipócrita al decirme lo que sentía con respecto a lo mío. Comencé a sentirme más tranquilo y a la vez cobré más confianza hacia él. Me ofreció un cigarrillo y al observar mi ademán de buscar fósforos en el bolsillo, con el bastón colgado al brazo, me dejó hacer. Sentí simpatía por él, y decidí confiarle mi bochornoso secreto:

-Espero no ofenderlo con lo que le voy a decir, pero la realidad es que acudo a la iglesia a ver si ayudándome con las oraciones obtengo un poco más de entendimiento con que desempeñarme mejor en mi empleo. Espero así ganarme un aumento de sueldo. Lo necesito y trabajo horas extras para poder costear la operación de mi pierna y quedar sano. Pero no piense Ud. que yo espero que me ocurra un milagro; pido, además, otras cosas que quizás sean demasiado mezquinas.

-Comprendo, me dijo.

-Espero poder juntar la suma necesaria dentro de poco. Cuando pueda caminar bien podré trabajar mejor y hacerme de una carrera y de un nombre.

-Por lo visto tiene Ud. un propósito bastante preciso.

-Bueno; sin un propósito preciso es muy poco lo que uno puede hacer, le dije.

-Es una gran cosa tener un propósito preciso, saber lo que se quiere. Es mucho más importante de lo que los más imaginan. Pero son muy contados los hombres que realmente saben lo que quieren en la vida; algunos creen saberlo, pero se equivocan. Confunden los fines con los medios que usan, y a veces sucede que los medios son su verdadera finalidad. Pero como los ven como medios, porque no pueden ver más ni mejor, utilizan grandes y sublimes medios para fines bastantes mezquinos. Así es como se prostituye el conocimiento.

Este comentario me produjo un malestar interior y contesté:

-¿Se refiere Ud. a mi caso, al hecho de que no acudo a la iglesia con fines espirituales?

- No,- me dijo él-. Hablo en términos generales. No creo que Ud. me haya autorizado para tratar directamente las cosas íntimas suyas. Por lo demás, cuando quiero decir una cosa la digo directamente y sin rodeos.

- Quizás le llame a Ud. la atención mi actitud en la iglesia. Pero es el caso que no sé rezar, tampoco sé adorar. Sólo sé pedir, y pido a mi manera. La religión dejó de interesarme por muchas razones.

-Pero, por lo visto, Ud. no ha perdido la fe y eso es lo único que verdaderamente importa.

Tanto más en su caso particular. Hay mucho que decir sobre la fe. Es algo que debe crecer en el hombre. Y en cuanto a saber rezar, es más sencillo de lo que Ud. supone. En nuestros tiempos se ha complicado mucho el sentido de la oración. Yo opino que cuando se sabe lo que se quiere y se lucha por alcanzarlo, aún cuando no se lo formule en palabras, se está en permanente oración.

Alguna vez leí en alguna parte que todo querer profundo es una oración y que jamás queda sin respuesta; el hombre siempre recibe aquello que pide. Pero como por lo general el hombre no sabe lo que su corazón realmente quiere, tampoco sabe pedir lo que mejor le conviene.

De ahí que estime que el Padre Nuestro, por ejemplo, es una oración accesible tan sólo a un corazón sediento de verdad y hambriento de bien. Todo verdadero milagro estriba en eso, pero el hombre moderno ya no lo ve en esta forma, y también ha perdido el verdadero sentido de lo milagroso. Lo busca fuera de sí mismo, en lo fenomenal. El hombre moderno ha olvidado muchas cosas sencillas y este olvido es la verdad subyacente en el concepto del pecado original.

- Yo no creo en los milagros, repuse.

- Es posible que tal sea su formulación. Pero permítame que ponga en duda sus palabras.

- ¿Cómo no voy a saber lo que yo mismo creo?

- Los hechos lo revelan. Es muy sencillo, si los observa bien. Si Ud. no creyese en lo milagroso no acudiría a la iglesia.

Y sin darme una oportunidad para responder, se despidió diciendo:

- He disfrutado mucho de su compañía. Se lo agradezco. Quizás podamos volver a estos temas si Ud. tiene interés en ellos. ¿Irá Ud. mañana a la iglesia?

- Con seguridad, le dije. Si estoy vivo.

- Y si Dios lo permite, agregó él muy seriamente”...........

lunes, 9 de septiembre de 2013

La educación no consiste en atiborrarse de datos.

 

Cuando Thomas A. Edison le preguntó a Einstein la velocidad del sonido, él respondió:

No lo sé, procuro no cargar mi memoria con datos que puedo encontrar en cualquier manual, ya que el gran valor de la educación no consiste en atiborrarse de datos, sino en preparar al cerebro a pensar por su propia cuenta y así llegar a conocer algo que no figure en los libros.
 
prepara-cerebro
 

 

domingo, 8 de septiembre de 2013

El Diamante en tu bolsillo-Gangaji. Autoconocimiento



(tomado de la Web)




Cualquier pensamiento que hayas tenido sobre ti mismo, pequeño o desmesurado, no es quien eres. Es sólo un pensamiento. La verdad de quien eres no puede ser "pensada", porque ella es la fuente de todos los pensamientos. No se puede definir o darle nombre a la verdad de quién eres. Palabras como alma, luz, Dios, verdad, ser, conciencia, inteligencia universal o divinidad, aunque sean capaces de evocar el éxtasis de la verdad, son insuficientes como descripción de la inmensidad de quien eres realmente. Independientemente de cómo te identifiques: como un niño, un adolescente, una madre, un padre, una persona más adulta, una persona saludable, una persona enferma, una persona que sufre o una persona iluminada - siempre, detrás de todo eso, está la verdad de ti mismo. No es ajena a ti. Está tan cerca que no puedes creer que eres tú.


No existe un concepto para definir la verdad de quien eres, ignorante o iluminado, inutil o grandioso. La verdad de quien eres, está libre de todo eso. Ya eres libre, y todo lo que te impide lograr esa libertad es tu apego a alguna idea sobre quien eres . Este pensamiento no impide que seas la verdad de quien eres. Tú ya eres eso. Te separa del descubrimiento de quien eres realmente. Te invito a dejar que tu atención se sumerga en aquello que siempre ha estado ahí, esperando abiertamente por su propio auto-descubrimiento.


¿Quién eres, realmente? ¿Eres alguna imagen que aparece en tu mente? ¿Eres alguna sensación que aparece en tu cuerpo? ¿Eres tú alguna emoción que pasa por tu mente o tu cuerpo? ¿Eres algo que alguien dice que tú eres? ¿O eres la rebeldía contra algo que alguien ha dicho que eres? Estos son algunos de los muchos errores de identificación. Todas estas definiciones vienen y se van, nacen y después mueren. La verdad de lo que eres, no viene y se va. Ella está presente antes del nacimiento, durante toda la vida y después de la muerte. Descubrir la verdad acerca de quien eres, no solo es posible, es tu derecho de nacimiento.


Cualquier pensamiento de que este descubrimiento no es para ti, que aún no es tiempo, que no eres digno, que no estás listo, que tú ya sabes quien eres, son sólo trucos de la mente. Es hora de investigar este pensamiento y ver qué validez realmente tiene. En esta investigación existe una apertura para que la conciencia inteligente que eres, finalmente se reconozca a sí misma. La pregunta más importante que puedes hacerte es: ¿Quién soy yo?


De cierta forma, esta ha sido una pregunta implícita, hecha en cada etapa de tu vida. Toda actividad, sea individual o colectiva, es motivada en su raíz por una búsqueda de auto-definición. Normalmente, buscas una respuesta positiva a esta pregunta y huyes de una respuesta negativa. Cuando esta pregunta se vuelve explícita, el impulso y el poder de la pregunta orientan a la búsqueda de la verdadera respuesta, la cual está abierta, viva, y llena de una "comprensión" cada vez más profunda. Tú has experimentado tanto el éxito como el fracaso. Después de un cierto tiempo, tarde o temprano, te das cuenta que quien eres, por más que la definas, no es satisfactoria. A menos que esta pregunta haya sido 'verdaderamente respondida', - no sólo convencionalmente respondida - seguirás con el hambre de saber.


Puesto que no importa cómo hayas sido definido por los otros, bien intencionado o no, y no importa cómo te hayas definido a ti mismo, ninguna definición puede traer certidumbre duradera. El momento en que reconozcas que ninguna respuesta jamás ha satisfecho esta pregunta, es crucial. A menudo se lo denomina como el momento de madurez espiritual, el momento de madurez de la vida espiritual. En este punto, tú puedes concientemente investigar quien realmente eres. En su poder y simplicidad, la pregunta "¿Quién soy yo?" lanza la mente de nuevo a la raíz de la identificación personal, la hipótesis básica: yo soy alguien. En vez de automáticamente aceptar esta suposición como la verdad, puedes investigar más. No es difícil ver que este pensamiento inicial de "yo soy alguien", conduce a todo tipo de estrategias: ser un mejor 'alguien', un 'alguien' más protegido, un 'alguien' con más placer, más confortable, más realizado. Pero cuando este pensamiento muy básico es cuestionado, la mente encuentra el yo el cual estaba separado de lo que ella ha estado buscando. Esto se llama auto-investigación.


La pregunta más básica: "¿Quién soy yo?", es la que más se pasa por alto. Pasamos la mayor parte de nuestros días diciéndonos a nosotros mismos o a los demás que somos alguien importante, alguien sin importancia, alguien grande, alguien pequeño, alguien joven o alguien viejo, sin nunca realmente cuestionar esta suposición tan básica: ¿Quién eres, realmente? ¿Cómo sabes que esto es quien eres en realidad? ¿Es verdad? ¿Realmente? Cuando llevas tu atención hacia esta pregunta: "¿Quién soy yo?" tal vez veas una entidad la cual tiene tu cara y tu cuerpo. ¿Pero quién es conciente de esa entidad? ¿Eres el objeto, o eres la percepción del objeto? El objeto viene y se va. El padre, el niño, el amante, el abandonado, el iluminado, el victorioso, o el derrotado. Todas estas identificaciones vienen y se van. La percepción de estas identificaciones está siempre presente.


La errónea identificación de uno mismo como algún objeto dentro de la percepción lleva al extremo placer o extremo dolor y a ciclos interminables de sufrimiento. Cuando estás dispuesto a terminar con la errónea identificación y descubrir directa y completamente que tú eres la propia conciencia y no estas definiciones efímeras, la búsqueda de ti mismo en los pensamientos, termina. Cuando la pregunta "¿quién?" es perseguida de forma inocente, pura, en todo el camino de vuelta a su origen, surge un gran y asombroso descubrimiento: ¡no hay ninguna entidad allí! Apenas el indefinible e ilimitado reconocimiento de ti mismo como inseparable de cualquier otra cosa. Eres libre Estás completo, eres infinito. No hay final para ti, no hay límite. Cualquier idea sobre ti mismo que aparezca desaparecerá de vuelta en ti. Eres la percepción, y la percepción es la conciencia Deja que todas las auto-definiciones mueran en este momento. Déjalas ir, y ve lo que permanece. Ve lo que nunca ha nacido y lo que no muere. Siente el alivio de dejar caer la carga de definirte a ti mismo. Experimenta la verdad de la irrealidad de la carga. Experimenta la alegría que está aquí. Descansa en la infinita paz de tu verdadera naturaleza antes de que cualquier pensamiento de "yo" surja.



Texto extraido del libro "El Diamante en tu Bolsillo" de Gangaji.
 
 

UNA CHARLA CON GURDJIEFF -Nicoll. "CONÓCETE A TI MISMO".





En la reunión siguiente, G. comentó estas palabras: "Conócete a ti mismo".

—Esta fórmula, generalmente atribuida a Sócrates, en realidad se encuentra en la base de muchas doctrinas y escuelas mucho más antiguas que la escuela socrática. Pero aunque el
pensamiento moderno no desconoce la existencia de este principio, no tiene sino una idea
muy vaga de su significado y de su alcance. El hombre ordinario de nuestra época, aun si se
interesa en la filosofía o en las ciencias, no comprende que el principio «Conócete a ti
mismo» se refiere a la necesidad de conocer su propia máquina, la «máquina humana».
La estructura de la máquina es más o menos la misma en todos los hombres; por lo tanto es esta
estructura la que el hombre debe estudiar primeramente, es decir las funciones y las leyes de
su organismo. En la máquina humana todo está ligado, una cosa depende de otra hasta tal
punto que es completamente imposible estudiar cualquier función sin estudiar todas las otras.
El conocimiento de una parte requiere el conocimiento del todo. Es posible conocer el todo del hombre, pero esto exige mucho tiempo y mucho trabajo, exige sobre todo la aplicación del método correcto, e igualmente la dirección justa de un maestro.

"El principio «Conócete a ti mismo» tiene un contenido muy rico." En primer lugar exige, del hombre que quiere conocerse, que comprenda lo que esto quiere decir, en qué conjunto de
relaciones se inscribe este conocimiento, y de qué depende necesariamente.

"El conocimiento de sí es una meta muy alta, pero muy vaga y muy lejana. El hombre en su estado actual está muy lejos del conocimiento de sí. Por eso, estrictamente hablando, la meta
del hombre no puede ser el conocimiento de sí. Su gran meta debe ser el estudio de sí. Para él será más que suficiente el comprender que tiene que estudiarse a sí mismo. La meta del hombre debe ser el comenzar a estudiarse a sí mismo, a conocerse a si mismo, de una manera
conveniente.

"El estudio de sí es el trabajo o la vía que conduce al conocimiento de sí.
"Pero para estudiarse a sí mismo es necesario ante todo aprender cómo estudiar, por dónde
comenzar, qué medios emplear. Un hombre tiene que aprender cómo estudiarse a sí mismo y
tiene que estudiar los métodos del estudio de si.

"El método fundamental para el estudio de sí es la observación de sí. Sin una observación de
sí correctamente conducida, un hombre no comprenderá jamás las conexiones y las correspondencias de las diversas funciones de su máquina, no comprenderá jamás cómo ni por qué en él «todo sucede».
"Pero el aprendizaje de los métodos correctos de observación de sí y de estudio de si, requiere
una comprensión precisa de las funciones y de las características de la máquina humana. De
este modo, para observar las funciones de la máquina humana es necesario comprender las en sus divisiones correctas y poder definir las exactamente y de inmediato; además, la definición
no debe ser verbal, sino interior: por el sabor, por la sensación, de la misma manera en que
nos definimos a nosotros mismos todo lo que experimentamos interiormente.
"Hay dos métodos de observación de sí: el primero es el análisis, o las tentativas de análisis,
es decir las tentativas de encontrar una respuesta a estas preguntas: ¿de qué depende tal cosa,
y por qué sucede? — y el segundo es el método de las constataciones, que consiste solamente en registrar, en grabar en la mente, en el momento mismo, todo lo que uno observa.
"Sobre todo al comienzo, la observación de sí no debe llegar a ser análisis, o tentativa de
análisis, bajo ningún pretexto. El análisis no es posible sino mucho más tarde, cuando ya se
conocen todas las funciones de la propia máquina y todas las leyes que la gobiernan.
"Al tratar de analizar tal o cual fenómeno que lo ha impresionado fuertemente, un hombre
generalmente se pregunta:
«¿Qué es esto? ¿Por qué sucede esto así y no de otra manera?» Y comienza a buscar una respuesta a estas preguntas, olvidándose de todo lo que las observaciones ulteriores podrían aportarle.

Más y más absorbido por las preguntas, pierde totalmente el hilo de la observación de sí, y
hasta llega a olvidar la idea misma. La observación se detiene. De este hecho resulta claro que
tan sólo una cosa puede progresar: o la observación, o bien las tentativas de análisis.
"Pero aún fuera de esto, toda tentativa de análisis de fenómenos aislados, sin el conocimiento
de las leyes generales, es una pérdida total de tiempo. Antes de poder analizar los fenómenos,
aun los más elementales, un hombre debe acumular suficiente material bajo la forma de «constataciones», es decir como resultado de una observación directa e inmediata de lo que
pasa en él. Este es el elemento más importante en el trabajo del estudio de sí. Cuando se ha acumulado un número suficiente de «constataciones» y cuando al mismo tiempo se ha estudiado y comprendido hasta un cierto punto las leyes, sólo entonces se hace posible el análisis.

"Desde el comienzo mismo, la observación y la constatación se deben basar sobre el
conocimiento de los principios fundamentales de la actividad de la máquina humana.

La observación de sí no se puede conducir correctamente si no se comprenden estos principios, y si no se les tiene siempre en cuenta en la mente. Es por esta razón que la observación de sí ordinaria, tal como la practica la gente toda su vida, es totalmente inútil y no puede llegar a
nada.
"La observación debe comenzar con la división de las funciones. Toda la actividad de la
máquina humana está dividida en cuatro grupos de funciones netamente definidas. Cada uno
está gobernado por su propio «cerebro» o «centro». Un hombre debe diferenciar, al
observarse a sí mismo, las cuatro funciones fundamentales de su máquina: las funciones
intelectual, emocional, motriz e instintiva. Cada fenómeno que un hombre observan en sí
mismo se relaciona con una u otra de estas funciones. Por eso, antes de comenzar a observar,
un hombre debe comprender en qué difieren las funciones, qué significa la actividad
intelectual, qué significa la actividad emocional, la actividad motriz y la actividad instintiva.
"La observación debe comenzar por el principio. Todas las experiencias anteriores, todos los resultados anteriores de toda observación de sí, deben ser dejados de lado. Allí puede haber elementos de gran valor. Pero todo este material está basado en las divisiones erróneas de las funciones observadas, y éste mismo está dividido de manera incorrecta. Por esta razón no se lo puede utilizar; en todo caso, no se lo puede utilizar al comienzo del estudio de si. En el momento oportuno, lo que hay de valor será tomado y utilizado. Pero es necesario comenzar por el principio, es decir, observarse a sí mismo como si no se conociese en lo más mínimo,
como si aún nunca se hubiera observado.

"Cuando uno comienza a observarse, debe tratar de determinar al instante a qué grupo, a qué
centro, pertenecen los fenómenos que se están observando en el momento.
"Algunos encuentran difícil comprender la diferencia entre pensamiento y sentimiento, otros tienen dificultad en comprender la diferencia entre sentimiento y sensación, entre un pensamiento y un impulso motor.
"Hablando en términos muy amplios se puede decir que la función del pensamiento siempre trabaja por medio de la comparación. Las conclusiones intelectuales son siempre el resultado
de la comparación de dos o más impresiones.

"La sensación y la emoción no razonan, no comparan, simplemente definen una impresión
dada por su aspecto, por su carácter agradable o desagradable en uno u otro sentido, por su color, sabor u olor. Lo que es más, las sensaciones pueden ser indiferentes — ni calientes ni frías, ni agradables ni desagradables: «papel blanco», «lápiz rojo». En la sensación de lo blanco y de lo rojo no hay nada agradable o desagradable. En todo caso, no es necesario que haya nada agradable o desagradable ligado a la sensación de uno u otro de estos dos colores.

Estas sensaciones, que proceden de los así llamados «cinco sentidos», y las demás,como la
sensación de calor, la del frío, etc., son instintivas. Las funciones del sentimiento, o
emociones, siempre son agradables o desagradables; no hay emociones indiferentes.
"La dificultad para distinguir entre las funciones se acrecienta por el hecho de que la gente las siente de manera muy diferente. Es esto lo que generalmente no comprendemos. Creemos que las personas son mucho más parecidas entre si de lo que son en realidad. Sin embargo, de hecho hay grandes diferencias entre uno y otro en lo que concierne a las formas o a las modalidades de sus percepciones. Algunas personas perciben principalmente a través de su
pensar, otras a través de sus emociones, y otras a través de sus sensaciones. La comprensión mutua es muy difícil, si no imposible, para hombres de diversas categorías y de diversos
modo., de percepción, porque todos dan nombres diferentes a una sola y misma cosa, y el mismo nombre a las cosas más diferentes. Además, son posibles toda clase de combinaciones.

Un hombre percibe a través de sus pensamientos y de sus sensaciones, otro a través de sus pensamientos y de sus sentimientos, y así sucesivamente. Cualquiera que sea, cada modo de percepción se pone inmediatamente en relación con una especie particular de reacción a los acontecimientos exteriores. Estas diferencias en la percepción y la reacción a los acontecimientos exteriores producen dos resultados: las personas no se comprenden entre sí y no se comprenden ellas mismas. Muy a menudo un hombre llama sentimientos a sus pensamientos o a sus percepciones intelectuales, y llama pensamientos a sus sentimientos, y
a sus sensaciones. Este último caso es el más frecuente. Por ejemplo, dos
personas perciben la misma cosa diferentemente, digamos que una la percibe a través de sus
sentimientos y la otra a través de sus sensaciones: podrán discutir toda su vida sin comprender
jamás en qué consiste la diferencia entre sus actitudes en presencia de un objeto dado. En
efecto, la primera lo ve bajo uno de sus aspectos y la segunda bajo otro.

"Para encontrar el método que discrimina, debemos comprender que cada función psíquica
normal es un medio o un instrumento de conocimiento. Con la ayuda del pensar vemos un
aspecto de las cosas y de los sucesos, con la ayuda de las emociones vemos otro aspecto y con
la ayuda de las sensaciones un tercer aspecto. El conocimiento más completo que podríamos
alcanzar de un tema dado sólo se puede obtener si lo examinamos simultáneamente a través
de nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones. Todo hombre que se esfuerza por
alcanzar un conocimiento verdadero debe dirigirse hacia la posibilidad de tal percepción. En
condiciones ordinarias el hombre ve el mundo a través de un cristal deformado, desigual. Y
aun si se da cuenta, no puede cambiar nada. Su forma de percepción, sea cual fuere, depende
del trabajo de su organismo entero. Todas las funciones son interdependientes y se equilibran entre sí, todas las funciones tienden a mantenerse entre sí en el estado en que están. Por eso,
un hombre que comienza a estudiarse a si mismo, al descubrir en sí algo que no le gusta, debe
comprender que no será capaz de cambiarlo. Estudiar es una cosa, cambiar es otra. Sin
embargo, el estudio es el primer paso hacia la posibilidad de cambiar en el futuro. Y desde el
comienzo del estudio de sí, uno debe llegar a convencerse bien de que durante mucho tiempo
todo el trabajo consistirá solamente en estudiarse.

"Ningún cambio es posible en las condiciones ordinarias porque cada vez que un hombre
quiere cambiar una cosa no quiere cambiar sino esta cosa. Pero todo en la máquina está ligado
y cada función está inevitablemente compensada por otra o por toda una serie de otras
funciones, aunque no nos demos cuenta de esta interdependencia entre las diversas funciones
en nosotros mismos. La máquina está equilibrada en todos sus detalles en cada momento de
su actividad. Si un hombre constata en sí mismo algo que le disgusta, y empieza a hacer
esfuerzos para cambiarlo, puede llegar a cierto resultado. Pero al mismo tiempo, con este
resultado obtendrá inevitablemente otro resultado, que no podía haber sospechado. Al
esforzarse para destruir y aniquilar todo lo que le desagrada en él, al hacer esfuerzos hacia
este fin, compromete el equilibrio de su máquina. La máquina se esfuerza por restablecer el
equilibrio y lo restablece creando una nueva función que el hombre no podía haber previsto.

Por ejemplo, un hombre puede observar que es muy distraído, que se olvida de todo, pierde
todo, etc. Comienza a luchar contra este hábito, y si es suficientemente metódico y resuelto,
logra, después de cierto tiempo, obtener el resultado deseado: deja de olvidar o de perder
cosas. Esto lo advierte; pero hay otra cosa que no advierte, y que los demás sí advierten, o sea,
que se ha vuelto irritable, pedante, criticón, desagradable. Ha vencido su distracción, pero en
su lugar ha aparecido la irritabilidad. ¿Por qué? Es imposible decirlo. Sólo el análisis
detallado de las cualidades particulares de los centros de un hombre pueden mostrar por qué la
pérdida de una cualidad ha ocasionado la aparición de otra. Esto no quiere decir que la
pérdida de la distracción deba causar necesariamente la irritabilidad. Cualquier otra
característica que no tenga relación alguna con la distracción podría aparecer igualmente, por
ejemplo, mezquindad, o envidia, u otra cosa.
"De modo que cuando un hombre trabaja en forma conveniente sobre sí mismo, debe tomar
en cuenta los posibles cambios compensatorios que pueden ocurrir y tenerlos en cuenta de antemano. Sólo en esta forma podrá evitar cambios indeseables, o la aparición de cualidades
enteramente opuestas a la meta y a la dirección de su trabajo.
"Pero en el sistema general de la actividad, y de las funciones de la máquina humana, hay
ciertos puntos en los cuales puede tener lugar un cambio sin ocasionar ningún resultado
parasitario.

"Es necesario saber cuáles son estos puntos, y cómo acercarse a ellos, porque si uno no
comienza con ellos no obtendrá ningún resultado u obtendrá resultados equivocados e
indeseables.
"Un hombre, cuando ha fijado en su pensamiento la diferencia entre las funciones
intelectuales, emocionales y motrices, debe, conforme se observa a sí mismo, referir
inmediatamente sus impresiones a la categoría correspondiente. Primero debe tomar nota
mental tan sólo de aquellas observaciones con respecto a las cuales no le cabe la menor duda,
es decir en las que reconoce de inmediato la categoría. Debe rechazar todos los casos vagos o
dudosos, y recordar únicamente aquellos que son indiscutibles. Si este trabajo se efectúa
correctamente, el número de constataciones indudables aumentara rápidamente. Y aquello que
al principio le parecía dudoso muy pronto se verá con claridad como perteneciente al primero,
al segundo, o al tercer centro. Cada centro tiene su propia memoria, sus propias asociaciones,
y su propio pensar. De hecho cada centro consiste de tres partes: la intelectual, la emocional y
la motriz. Pero no sabemos casi nada acerca de este lado de nuestra naturaleza. En cada centro
sólo conocemos una parte. Sin embargo, la observación de sí mismo nos demostrará muy
pronto que la vida de nuestros centros es mucho más rica, o en todo caso, que contiene
muchas más posibilidades de las que pensamos.
"A la vez, al observar los centros, podremos constatar, al lado de su trabajo correcto, su
trabajo incorrecto, es decir, el trabajo de un centro en lugar de otro: las tentativas de sentir del
centro intelectual, o sus pretensiones al sentimiento, las tentativas del centro emocional para
pensar, las tentativas del centro motor para pensar y sentir. Como ya se ha dicho, el trabajo de
un centro por otro es útil en ciertos casos, para salvaguardar la continuidad de la vida. Pero al
hacerse habitual este tipo de relevo llega a ser al mismo tiempo dañino, porque comienza a
interferir con el trabajo correcto, permitiendo poco a poco a cada centro descuidar sus propios
deberes inmediatos y hacer, no lo que debería estar haciendo, sino lo que le gusta más en el
momento.

En un hombre sano y normal, cada centro ejecuta su propio trabajo, es decir, el
trabajo para el cual fue especialmente destinado y que está mejor calificado para cumplir. Hay
situaciones en la vida de las cuales no podemos hacernos cargo sino sólo con la ayuda del
pensamiento. Si en tal momento el centro emocional comienza a funcionar en lugar del centro
intelectual. enredará todo, y las consecuencias de esta intervención serán por demás
desagradables. En un hombre desequilibrado, la continua substitución de un centro por otro es
precisamente lo que se llama «desequilibrio» o «neurosis». Cada centro procura de alguna
manera endosarle su trabajo a otro, y al mismo tiempo trata de hacer el trabajo de otro centro
para el cual no está capacitado. Cuando el centro emocional trabaja en lugar del centro
intelectual, introduce nerviosidad, febrilidad y precipitación innecesarias en situaciones en las
que, por el contrario, son esenciales un juicio calmo y una deliberación tranquila. Por su lado,
cuando el centro intelectual trabaja en lugar del centro emocional, se pone a deliberar en
situaciones que requieren decisiones rápidas y hace imposible el discernir las particularidades
y los matices tinos de la situación.

El pensamiento es demasiado lento. Elabora cierto plan de acción y continúa siguiéndolo aun cuando las circunstancias hayan cambiado y se haya hecho necesario otro tipo de acción. Además, en algunos casos la intervención del centro intelectual hace surgir reacciones enteramente equivocadas, porque el centro intelectual es simplemente incapaz de comprender los matices y sutilezas de muchos acontecimientos. Al centro del pensamiento le parecen iguales acontecimientos que son totalmente diferentes para el centro
motor y para el centro emocional. Sus decisiones son demasiado generales y no corresponden
a las que habría tomado el centro emocional. Esto resulta perfectamente claro si nos
representamos la intervención del pensamiento, esto es, de la mente teórica, en el dominio del
sentimiento, o de la sensación, o del movimiento. En cada uno de estos tres casos la
intervención del pensamiento conduce a resultados totalmente indeseables.

El pensamiento no puede comprender los matices del sentimiento. Veremos esto claramente si imaginamos a un hombre razonando sobre las emociones de otro. Como él mismo no experimenta nada, lo que
experimenta el otro no existe para él. Un hombre saciado no comprende a un hambriento.
Pero para éste, su hambre es muy real; y las decisiones del primero, o sea del pensamiento, no
pueden en ningún caso satisfacerlo. "En la misma forma, el pensamiento no puede apreciar las sensaciones. Para él son cosas muertas. Tampoco es capaz de controlar el movimiento. Es de lo más fácil encontrar ejemplos de esta clase. Cualquiera que sea el trabajo que un hombre está haciendo, bastará que trate de
hacer deliberadamente cada uno de sus gestos con su mente, siguiendo cada movimiento, y
verá que cambiará inmediatamente la calidad de su trabajo. Si está escribiendo a máquina, sus
dedos gobernados por su centro motor encuentran por sí mismos las letras necesarias; pero si
antes de cada letra trata de preguntarse a sí mismo: «¿Dónde está la C?» «¿Dónde está la
coma?» «¿Cómo se deletrea esta palabra?» — en seguida comienza a cometer errores o a
escribir muy despacio. Si un hombre conduce un automóvil con su centro intelectual, por
cierto no tendrá interés en pasar de la primera velocidad. El pensamiento no puede seguir el
ritmo de todos los movimientos necesarios a una marcha rápida. Es absolutamente imposible para un hombre ordinario conducir rápido con su centro intelectual especialmente en las calles
de una gran ciudad.

"Cuando el centro motor hace el trabajo del centro intelectual, da como resultado la lectura
mecánica o la audición mecánica, aquella de un lector o de un oyente que no percibe sino
palabras y se queda totalmente inconsciente de lo que lee o escucha. Esto sucede
generalmente cuando la atención, es decir la dirección de la actividad del centro intelectual,
está ocupada en alguna otra cosa, y cuando el centro motor trata de suplantar al ausente centro
intelectual. Esto se convierte muy fácilmente en un hábito porque generalmente el centro
intelectual está distraído, no por un trabajo útil, pensamiento o meditación, sino simplemente
por el ensueño o la imaginación.

"La imaginación es una de las principales causas del trabajo equivocado de los centros. Cada
centro tiene su propia forma de imaginación y de ensueño, pero por lo general el centro motor
y el centro emocional se sirven ambos del centro intelectual, siempre listo éste a cederles su
lugar y a ponerse a su disposición para este fin, porque el ensueño corresponde a sus propias
inclinaciones.
"El ensueño es absolutamente lo contrario de una actividad «útil». «Útil» en este caso
significa: dirigida hacia una meta definida y emprendida para un resultado definido. El
ensueño no tiende a ningún fin, no se esfuerza hacia ninguna meta. La motivación del ensueño
se encuentra siempre en el centro emocional o en el centro motor. En cuanto al proceso
efectivo, éste es tomado a su cargo por el centro intelectual. La tendencia a soñar se debe en
parte a la pereza del centro intelectual, es decir a sus tentativas por evitarse todo esfuerzo
ligado a un trabajo orientado hacia una meta definida y que tenga una dirección definida, y
por otra parte a la tendencia de los centros emocional y motor a repetirse, a guardar vivas o a
reproducir experiencias agradables o desagradables, ya vividas o imaginadas. Los ensueños
penosos, mórbidos, son característicos de un desequilibrio de la máquina humana. Después de
todo, se puede comprender el ensueño cuando presenta un carácter agradable, y se le puede
encontrar una justificación lógica. Pero el ensueño de carácter penoso es un completo
absurdo. Sin embargo, muchas personas pasan nueve décimos de su existencia imaginando
toda clase de acontecimientos desagradables, todas las desgracias que pueden recaer sobre
ellos y sobre su familia, todas las enfermedades que pueden contraer, y todos los sufrimientos
que tal vez tendrán que soportar.
"La «imaginación» y el «ensueño» son ejemplos del funcionamiento equivocado del centro
intelectual.
"La observación de la actividad de la imaginación y del ensueño, constituye una parte muy
importante del estudio de sí.

"Después la observación tendrá que enfocarse sobre los hábitos en general. Todo hombre
adulto es un tejido de hábitos, si bien, en la mayoría de los casos, no se da la menor cuenta de
ello y pudiera aun afirmar que no tiene hábito alguno. Esto nunca puede ser así. Los tres
centros están repletos de hábitos y un hombre jamás puede conocerse hasta haber estudiado
todos sus hábitos. La observación y estudio de éstos es particularmente difícil porque para
verlos y «constatarlos», es necesario escapar de ellos, liberarse de ellos aunque sea tan sólo
por un momento. Mientras un hombre está gobernado por un hábito determinado, no puede
observarlo; pero desde su primer intento de combatirlo, por débil que éste sea, lo siente y
repara en él. Por eso, para observar y estudiar los hábitos es necesario tratar de luchar contra
ellos. Esto nos abre una vía práctica para la observación de sí. He dicho anteriormente que un
hombre no puede cambiar nada en sí mismo, que sólo puede observar y «constatar». Es
verdad. Pero es igualmente cierto que un hombre no puede observar ni «constatar» nada si no
trata de luchar consigo mismo, es decir, contra sus hábitos. Esta lucha no puede dar resultados
inmediatos; no puede conducir a ningún cambio permanente o duradero. Pero permite saber a
qué atenerse. Sin lucha un hombre no puede ver de qué está hecho. La lucha contra los pequeños hábitos es muy difícil y fastidiosa, pero sin ella es imposible la observación de sí.