La
esencia es la cosa con la cual se nació: la personalidad es lo que se adquiere.
Y asimismo aquello con lo cual se nació es cambiado por todas las cosas que se
adquieren, se aceptan, se consienten y se cree en ellas y se identifica con
ellas. Por lo tanto una nueva persona crece en torno de la esencia original.
Esta es la personalidad. Y todo ello debe tener lugar porque la esencia
por sí misma no puede crecer más allá de cierto límite. Un hombre no puede
crecer directamente desde la esencia. Esta es una de las cosas extrañas que
enseña el Trabajo.
Ahora bien, a consecuencia de la
formación de la personalidad el centro de gravedad de la conciencia se traslada
desde la esencia (en la infancia) a la personalidad adquirida debido a las
circunstancias peculiares en que se es educado y a las cosas particulares que
lo han interesado por una parte, o han atraído su vanidad por la otra. De este
modo, por así decirlo, se pierde la base original y se llega a ser algo adquirido,
algo inventado. El sentimiento del "Yo" pasa exteriormente a toda
clase de sentimientos que derivan de la vida. Un hombre ya no conserva una
verdadera estabilidad interior cuando su sentimiento de sí deriva de la vida.
Es decir, siempre teme que algo pueda sucederle, o a su fortuna, o a su
posición, o a su reputación. Ello se debe a que se identifica con todo lo que
la vida ha formado en él y significa que sólo se siente a sí mismo a través de
la personalidad. Pero cabe la posibilidad de otros sentimientos de sí que no
deriven de la vida y la personalidad, y esos sentimientos procuran a un hombre
un sentido de estabilidad que nada que le sea exterior puede quitarle. Y es
desde esos sentimientos como un hombre empieza a sentirse libre, porque no
depende de nada que esté fuera de él, y por eso nada puede serle arrebatado.
Tal hombre deja de ser un esclavo de las cosas exteriores.
Hablamos ahora de su niñez, cuando
ingresó en el primer equipo de su escuela. Empezó entonces a sentirse a sí
mismo exteriormente debido a este hecho y a llevar la gorra que le procuraba
este sentimiento. Llegó a ser un hombre en el primer equipo y éste era su mayor
sentimiento de "Yo". Luego lo expulsan del equipo. ¡Qué tragedia! Todo
ello es necesario en relación con la primera educación. De este modo llega a
ser esto o aquello, en la vida, tal como debe y es preciso que haga. Logra éste
o aquel éxito y triunfo y así sucesivamente, y debe hacerlo. Es una especie de
adiestramiento. Al comienzo es muy necesario. Todo ello forma sentimientos de
sí en la personalidad, que, en resumidas cuentas, vive mediante la comparación
con los otros. Es decir, por ejemplo, siente en sí mismo una pérdida en
presencia de una persona que lleva una gorra más distinguida. Lo vuelvo a
repetir, todo ello es muy necesario, pero proporciona un centro equivocado de
gravedad. Supongamos que llega a ser un gran actor o un gran boxeador. No
escuchará de buen grado los elogios que se hacen a otro actor u otro boxeador.
¿Por qué? Porque su sentimiento del "Yo" deriva de la personalidad y
siente la pérdida del "Yo", una pérdida del sentimiento mismo de sí,
si es aventájala por alguien. Pero todo ello prepara las ilusiones sobre el
"Yo". Porque si tiene un vestigio o un verdadero sentimiento del
"Yo", esto es imposible. El verdadero "Yo" no existe ni
puede existir por medio de la comparación. Lo comprenderá si decimos que
la personalidad vive generalmente por comparación, y basta estudiarse o
estudiar a los otros a esta luz para ver con qué facilidad cualquier persona se
conmueve o sufre, y qué endeble es el sentimiento del "Yo", con el
cual la gente trata de seguir viviendo —esto es, el sentimiento del
"Yo" que deriva de algún aspecto de la personalidad.
Por el momento mantengámonos en los
grandes postulados del Trabajo que conciernen a la personalidad y la esencia.
La tercera fuerza o fuerza neutralizante de la vida hace, y debe hacer, que la
personalidad sea activa y la esencia pasiva. Así el Trabajo dice que si se pone
en contacto con la tercera fuerza del Trabajo, que se opone a la vida, la
personalidad debe llegar a ser gradualmente pasiva para permitir que la esencia
se desarrolle. Toda evolución individual, todo verdadero desarrollo
interior de sí, depende del crecimiento de la esencia. Si una persona
está llena de falsos sentimientos de "Yo", de ideas inventadas sobre
sí misma, luego no puede haber crecimiento de la esencia. El verdadero cambio
interior es un desarrollo de la esencia —es decir, de la parte más real y
profunda de sí. Para que ello tenga lugar, la personalidad debe llegar a ser
gradualmente pasiva. Este es el verdadero significado de ser pasivo en
el Trabajo. Es tornarse pasivo hacia la personalidad en sí mismo. De modo que
cuando se dice que en la verdadera consideración externa es preciso ser pasivo,
significa que se debe llegar a ser pasivo a las reacciones de la
personalidad. Y esto exige el trabajo sobre si más consciente y más
reconcentrado. Es decir, requiere un estado consciente interior muy activo. Y
no debe suponerse que somos capaces de alcanzar este estado en un momento.
Debido a la formación de la
personalidad, todos ustedes tienen maneras características, habituales de
reaccionar ante las circunstancias y ante las otras personas. Si no le es
posible observar sus reacciones típicas, su manera continua y mecánica de tomar
las cosas y la gente, su acostumbrada conducta estereotipada, sus siempre
repetidas manifestaciones desagradables, sus enfados y críticas, etc., claro es
que ni siquiera sabe que tiene una personalidad adquirida. Se da a sí
mismo por supuesto —como una especie de bulto sólido y virtuoso. Pero, aunque
nos demos a nosotros mismos por supuestos con tanta facilidad, no somos una y
la misma persona en diferentes momentos, tal como suponemos. No somos firmes.
Si pudiéramos ver claramente que no somos una y la misma persona firme siempre,
no nos daríamos por supuesto tal como lo hacemos. Una parte de nuestra vanidad
y engreimiento que mantienen unida la personalidad nos dejarían. Es preciso
recordar que la personalidad es múltiple. Está compuesta de muchos
"Yoes" diferentes y contradictorios que fueron adquiridos. Y contiene
también toda clase de otras cosas sobre las cuales a menudo habla el Trabajo:
actitudes negativas, limitaciones, imágenes de sí mismo, asociaciones
mecánicas, canciones, discos de gramófono, formas características de
imaginación, estados negativos, formas características de mentira y, en suma,
todo cuanto el lado práctico de este Trabajo nos enseña a notar y observar en
nosotros mismos a lo largo de la vida. Una vez que el Trabajo comienza a actuar
genuinamente sobre una persona, todas estas formas de sentimiento de sí, todos
esos sentimientos de "Yo" que derivan de la personalidad, empiezan a
disolverse. Pero a este respecto la acción del Trabajo es muy gradual, porque
el Trabajo actúa sobre la gente con mucha suavidad y sólo en cuanto a lo que
cada uno de nosotros puede soportar. Cuando se empieza a ver realmente algo en
uno mismo, significa entonces que uno puede soportarlo. Si no se puede ver a
ninguno de los "Yoes", significa que aun no se está pronto. Verse a
sí mismo tal como se es en realidad, sería intolerable. Por eso la acción del
Trabajo es gradual. Quizá se pueda vez algo —algún "Yo"— con
el que, digamos, no 'Yo' mejor, se simpatiza, pero no es posible liberarse de
él mientras no se vea o conozca y se lo prefiera, o mientras no se pueda liberarse
de ese "Yo" sin que uno mismo corra peligro. Pero nos referiremos a
este tema en la próxima disertación.
Regresemos ahora al significado de ser
pasivo. En su sentido más lato significa ser pasivo respecto a la
personalidad, y esto, a su vez, significa ser pasivo hacia sí mismo. ¿Es
posible ser pasivo ante las objeciones que surgen mecánicamente durante cinco
minutos? Pues bien, les aconsejo que observen cómo la personalidad reacciona a
todos y a todo en cada instante. Es preciso trabajar sobre esta constante
reacción mecánica con el fin de ser pasivo hacia sí mismo. Y esto exige un
constante estado consciente de observación de sí. Nadie puede hacerlo por mucho
tiempo. Pero se puede practicar el ser pasivo en este sentido por breve
tiempo, digamos cinco minutos. Es preciso observar el momento en que se empieza
a objetar interiormente —observar qué reacciones surgen en uno mismo— y tratar
de ser pasivo hacia ellas, no hacia la gente que es la causa de que
hayan surgido. ¿Es claro? Es preciso ser pasivo a las propias reacciones, no a
la gente contra quien se reacciona. Para hacerlo es preciso estar despierto
interiormente y ser capaz de ver los diferentes "Yoes" en uno y qué
quieren decir y cómo desean obrar en ese momento.
Tratemos de aclarar este punto. ¿No
comprenden que han adquirido muchas cosas en sí mismos a las que toman
como si fueran ustedes? ¿No concuerdan en que debido a la educación, la
imitación, el ejemplo, a todo cuanto les fue enseñado, tienen toda clase de
ideas, ambiciones, estimaciones, valores, juicios, expectativas, modos de
mostrar la antipatía y simpatía, maneras características de hablar y, en suma,
muchas reacciones típicas hacia la vida? ¿Y es acaso exagerado decir que
todas esas reacciones construidas y adquiridas son por lo general tomadas por
ustedes como si fueran ustedes mismos? Las cree necesarias, claro está,
o naturales, porque piensa que están en usted. Pero el verdadero usted,
o más bien, el verdadero "Yo" en usted, no son todas esas
cosas a las que se aterra y a las que toma como usted mismo. Si toma
esta sencilla base como punto de partida empezará a comprender lo que significa
ser pasivo —es decir, pasivo hacia sí mismo— o más bien, pasivo hacia lo
que siempre ha tomado como usted mismo. Para ser pasivo hacia si mismo,
es preciso no darse por supuesto a sí mismo. No existe tal "Yo" en
uno. Cuando una persona, que está por completo identificada con su personalidad
adquirida, dice, por ejemplo, "Yo pienso esto" "Yo pienso
aquello", el Trabajo contesta: "¿Qué 'Yo' está hablando?" ¿No ve
el poder de esta idea? ¿Y no puede aplicar el poder de esta idea de Trabajo a
sí mismo? Por cierto no, si no empieza por dividirse usted mismo en diferentes
"Yoes". Si se da a sí mismo por supuesto como algo sólido, no puede
producirse en este caso la división de sí mismo y no será posible ningún
cambio. La palabra 'Yo' le brotará de la boca a cada instante, pero no se dará
cuenta que a cada instante el que habla es un "Yo" diferente. Un
"Yo" vocifera, otro "Yo" habla tiernamente, y así
sucesivamente. Empero no se da cuenta de que cada "Yo" es totalmente
diferente. Es un terrible choque para el auto-engreimiento advertir que no hay
tal "Yo". Pero a menos que esto empiece a vislumbrarse, nunca será
capaz de ser pasivo hacia sí mismo. No puede empezar a ser pasivo hacia
si mismo a no ser que se vea a sí mismo como muchas personas diferentes por
medio de la observación interior y sepa distinguir sus diferentes
"Yoes" y en especial cuál es el "Yo" al que nunca debe
permitir que se haga cargo de sí. La próxima vez hablaremos más extensamente
sobre la identificación consigo mismo, y las diferentes formas de practicar
la separación interior. Diré aquí que nunca se debe permitir que pierdan su
autoridad los "Yoes" que valorizan este Trabajo. Es preciso observar
los "Yoes" con los cuales se concuerda. No permitir en uno la
compañía de gente inoportuna. Recordar que se es una ciudad, con barrios bajos
y calles peligrosas, y también hermosas calles y buenos ciudadanos. Recordar
que se es una casa llena de sirvientes a quienes nadie controla. ¿Acaso nuestra
primera educación no nos enseñó a no salir con gente inconveniente fuera de
nosotros? Nuestra segunda educación nos enseña a no estar acompañados por
"Yoes" equivocados dentro de nosotros. Nuestra primera educación es externa:
nuestra segunda educación es interna. La vida no nos da la segunda
educación. Sólo la enseñanza esotérica nos imparte la segunda educación —es
decir, para quienes están buscando algo que difiera de la vida.
M.
Nicoll
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