miércoles, 12 de junio de 2013

POR QUÉ NOS RESISTIMOS


 

 ''Nos hemos acostumbrado a pensar en nosotros mismos como si fuéramos un cuerpo físico en vez de una energía interior. Nos miramos al espejo y creemos que vemos aquello que somos. Vivimos en una cultura que pone especial énfasis en esta idea. Día a día somos bombardeados por mensajes que nos recuerdan que debemos perfumar, afeitar, limpiar, alimentar, relajar y adornar nuestros cuerpos para que podamos gozar de la felicidad, la salud y el éxito. A la mayoría de nosotros se nos ha inculcado esta filosofía desde la infancia, y en consecuencia ahora consideramos que en primer lugar somos un envoltorio cuyo contenido carece de importancia. Es comprensible que nos resistamos a la idea de que también contamos con una significativa parte invisible e indiferente a las demandas del mundo externo.

Parece mucho más sencillo definirnos a nosotros mismos por el envoltorio y no por el contenido, al cual no podemos tocar, ver, oler, saborear ni oír. El hecho de tomar el camino que parece más fácil constituye una de las razones primordiales por las cuales nos resistimos a aceptar el pensamiento como la base de nuestra humanidad. Además, cuando el resto de la gente se define de esta manera, es más práctico hacer como ellos que mostrarse diferentes.

 Les preocupa la manera como los perciben los demás, y olvidan que sus pensamientos son un componente esencial de lo que ellos son. Ignoran que pueden procesar el mundo del modo que gusten, y con frecuencia optan por lo más fácil, por hacerse un sitio en él. Un gran número de personas prefiere actuar como los demás e ignorar la realidad sin forma. Tal vez no estemos dispuestos a aceptar las críticas que puede conllevar el hecho de pensar con independencia del resto de la gente. Tal vez nos resistamos a vernos como algo que va más allá de la forma, porque nos sentimos totalmente identificados con el planteamiento convencional de la vida. Para modificarlo, tenemos que redefinirnos y atrevernos a observar el lugar que ocupamos
sin ponernos a la defensiva ni siendo negativos con nuestro propio punto de vista. Y nosotros mismos daremos automáticamente el paso siguiente, si nos aceptamos
abiertamente, sin críticas, tal como somos.

Cuando nos identificamos con la forma somos capaces de funciones únicamente en el reino de las cosas, excluyendo todos los pensamientos que puedan resultarnos fastidiosos. Las posesiones se convierten en una manera de demostrar nuestra
competencia en la vida, mientras que nuestra naturaleza sin forma queda relegada a una especie de armario cerrado bajo llave. Nos comportamos como si no tuviéramos responsabilidad sobre los sentimientos y los pensamientos de los que nos rodean
e insistimos en que les hacemos felices con las cosas que les proporcionamos. Nos justificamos diciendo: «Trabajo mucho, pago mis deudas, les doy todo lo que quieren. ¿Qué más puedo hacer?».


Lo que podemos hacer es ser receptivos a sus
pensamientos, hablar con ellos sobre sus aspiraciones, darles una palmadita en ese espacio divino que se encuentra detrás de su forma y animarles a que experimenten la vida de esa manera.

Nos proponemos acumular, lograr, alcanzar unas metas y adquirir riquezas y posesiones.

Identificamos el éxito con un sin número de cosas, sin conocer el significado de la felicidad interior. Luchamos continuamente, sin llegar nunca. Yo creo que somos algo más, que somos inteligencia más allá de nuestra forma, como la rosa es la inteligencia que proporciona la fragancia y el aspecto de la flor. No podemos crear una rosa.

 Necesitamos la fuerza vital de la forma que denominamos rosa. De igual manera, necesitamos tocar la inteligencia o la fuerza divina que subyace a la forma y que somos nosotros mismos, y la de aquellos con los que estamos relacionados.


 Tal vez nos resistamos por la falta de familiaridad con este aspecto y porque lo desconocido siempre provoca temor.


 Pregúntese si esa razón tiene el peso suficiente para que usted permanezca exclusivamente en la forma.''


 (Wayne Dyer)

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