miércoles, 7 de noviembre de 2012

Un cocinero demanda a un estudiante ante un juez y solicita que le pague por sus agravios.

La razón es que el estudiante pobre, para calmar su estómago hambriento, roba los olores que desprenden los excelentes guisos del cocinero, desde la calle.

La decisión que toma el juez para zanjar la cuestión fue muy clara:

le dijo al estudiante que hiciera sonar tres monedas junto al oído del cocinero, y con esto, bien pagado quedaría el ofendido.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario